La nación más poderosa de Iberoamérica no puede quedarse atrás ante el crecimiento del español como lengua de toda una plataforma continental. El español no es sólo lengua de pensamiento para los hispanohablantes: Lula impulsará el español en Brasil, así lo ha corroborado en España delante del presidente español y del escritor mexicano Carlos Fuentes.
La Ley del Español que impulsa el presidente Luis Ignacio Lula da Silva va a servir para que el país más grande, más poblado y de mayor potencial geoeconómico y político de Iberoamérica, Brasil, pueda también abrazar idiomáticamente al resto de los hispanos. Aunque las diferencias entre español y portugués son pocas (apenas un 10% de las palabras portuguesas no son entendidas por los hispanohablantes), son dos idiomas muy parecidos, y eso es un gran dato a tener en cuenta para ver cómo rápidamente, y al igual que en Estados Unidos pero por vía legislativa más que inmigratoria, el español será también una lengua brasilera.
Así lo aseguró el presidente de la República Luis Ignacio Lula da Silva en una visita a Toledo, España, donde se le otorgó a él y al escritor mexicano Carlos Fuentes el Premio Quijote, un nuevo galardón entregado por España a aquellos personajes que impulsan el idioma español haciéndolo más grande y más universal.
Lula fue tajante en su discurso: en su experiencia
previa a la presidencia, cuando era sindicalista, aprendió que nadie
puede respetar a un interlocutor que no se respeta a sí mismo, y por
ello, para ganar respeto internacional y aumentar la prosperidad de la
nación, ha decidido estrechar lazos con Hispanoamérica en uno de los
mayores orgullos de más de 400 millones de hombres en todo el mundo: el
idioma español, el idioma del Quijote de Cervantes, de Cien Años de
Soledad de Gabriel García Márquez, de Quevedo, de Rubén Darío, de Lope
de Vega, de Lorca, de Cela, Borges, Celaya, Isabel Allende, José Martí,
Julio Cortazar, y otros grandes escritores hispanos y universales. La
Ley del Español obliga a todos los centros de enseñanza secundaria de
Brasil a ofrecer como asignatura optativa la lengua española. Con ello,
se ha conseguido que un millón de alumnos estudien ya español, y se
quiere llegar a 12 millones en sólo cuatro años. Para cumplir este
objetivo, se pondrán en plantilla en todo el territorio más de 30.000
maestros, además de abrir nuevos centros del extendido por todo el globo
Instituto Cervantes.
Para los lusófonos más intransigentes (que, hay que
decir, tienen su epicentro no en Brasil, sino en la malograda cada vez
más Portugal), el español es una amenaza, pero para Lula es una gran
oportunidad que permite la integración, palabra muy repetida con la que
el presidente brasileño ilustra sus planes y programas. El dominio de
Brasil en Iberoamérica será mayor si la nación habla español, decimos
nosotros. Para Lula, no puede haber integración si no se habla una misma
lengua. Los puentes con Perú y Bolivia ahí están. Ahora queda el resto.
Con 180 millones de habitantes, Brasil es tiene un potencial de
hablantes sólo superado por Estados Unidos, con 300 millones, país que,
además, es ya el segundo con mayor número de hispanohablantes del mundo,
sólo superado por México.
Y desde luego, el impulso al español que da un político
que sólo habla portugués es más que loable, desde el plano de la
integración ansiada por toda la Hispanidad, lusofonía incluída. Para
Lula, el español ayudará a impulsar la educación en el país y será un
pilar en la lucha contra la pobreza que asola a millones de brasileños.
Una población azotada por la miseria y la delincuencia que vive en un
país que, como México, es el máximo ejemplo de los contrastes de clase
de toda Iberoamérica. En Brasil conviven la riqueza más extrema con la
pobreza más extrema a sólo metros de distancia. Los ingresos vía
inversiones que llegan a Suramérica del extranjero son mayoritariamente
para Brasil (90 de cada 100 dólares invertidos en el continente se
quedan en Brasil), y sin embargo, millones de conciudadanos jamás notan
repercusión alguna de tanta inversión.
Hace siglos, el emperador hispano Felipe II afirmaba con orgullo que
dios hablaba español. Hoy, Lula dice también con orgullo que dios es
brasileño. En el futuro, y con una integración iberoamericana en lo
económico trabajándose con prudencia y no sin problemas, podría decirse
que dios, en Brasil, volverá a hablar español.
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