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domingo, 30 de septiembre de 2012
LA "MARCA ESPAÑA"
La reciente intervención —es un decir— de Rajoy Brey en la cumbre anual de jefes de Estado y de gobierno en la sede la ONU, en Nueva York, no ha podido ser más calamitosa. En resumidas cuentas, el actual inquilino de La Moncloa se ha limitado a hacer bueno a Rodríguez Zapatero, y eso que el nivel del antecesor estaba a ras de suelo. Rajoy Brey ha terminado, incluso, por abrazar el llamado «diálogo de civilizaciones». Y lo ha hecho por una sencilla razón: el registrador de la propiedad no tiene una idea mejor o, para ser exactos, no tiene idea alguna sobre lo que está ocurriendo en el mundo salvo la certeza de la obediencia debida al Tío Sam.
Sobre Afganistán, mentiras: «Afganistán —aseguraba Rajoy Brey— sigue avanzando en el camino hacia la estabilidad, un camino que España ha recorrido junto al pueblo afgano durante más de una década». El avance, por contra, es el del islamismo más radical y de los cultivos de adormidera, de tal guisa que los estrategas del Pentágono norteamericano no saben qué hacer ya en Afganistán y tienen el convencimiento pleno que lo de la democracia en aquel país centroasiático es una pura quimera —siempre lo ha sido— y de que el talibanismo —o algo muy parecido— volverá, tarde o temprano, al poder.
Sobre Siria, más de lo mismo: «seguimos preparados, a través de diferentes mecanismos, para acudir en ayuda de Siria», remachaba Rajoy Brey. Si España no está en el potaje de la guerra contra Siria es porque norteamericanos, británicos, franceses, turcos y saudíes no necesitan del ardor guerrero hispano y, en su caso, ya nos llamarán —o no, en Libia no fue necesaria la presencia española— para enviar un destacamento-florero y montar el numerito mediático cuando haya que levantar, por fin, el acta de defunción de Bashar.
Y, por último, sobre Gibraltar, genuflexión al canto: lamentaciones porque españoles y británicos «hemos perdido ya demasiados años» y loas a la necesidad «entre países amigos y aliados» de un «diálogo directo y sincero debe permitir superar cualquier diferencia». Sinceramente, entre la dialéctica candorosa y caldosa de Rajoy Brey y la demagogia con bótox de Cristina Fernández, nos quedamos con esta última: al menos ella, en la cuestión de Las Malvinas, ha demostrado tener infinita más testosterona que el «leader» gallego con respecto del peñón.
Rajoy Brey fue, al fin, devuelto a los corrales no sin antes asegurar que España contribuirá «activamente a que, cuando dentro de doce meses nos reunamos aquí de nuevo, la lista de problemas sea menor y podamos reconocer que tenemos unas Naciones Unidas más eficaces y eficientes que hace un año, que sigan siendo garantía de paz y seguridad internacional, centro de estímulo e impulso de los derechos humanos, y motor de un desarrollo sostenible para nuestro futuro y el de nuestros hijos. En ese esfuerzo, y, con la misma determinación de siempre, esta Asamblea General de las Naciones Unidas puede contar con España». De aurora boreal.
Si España, desde un punto de vista nacional, es una ciénaga, desde el punto de vista internacional, es un cero a la izquierda. http://www.patriasindicalista.es/
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