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viernes, 16 de enero de 2015

¿QUÉ ES LA IDENTIDAD? (II)


¿Qué es la Identidad? – Alain de Benoist – 2ª Parte


El siguiente texto es la segunda parte del discurso que Alain de Benoist dio en un evento organizado por el NPI en The Ronald Reagan Building, en Washington DC, el 26 de Octubre de 2013.

¿Cuál es la amenaza actual para la mayoría de las identidades colectivas?
A esta cuestión muchos responderán señalando al fenómeno de la inmigración masiva, siendo la mayoría de los países Occidentales su escenario central. La dureza de este fenómeno no puede ser negada, ni pueden negarse patologías sociales resultantes de la inmigración. Este punto de vista, en mi opinión, al no poner el foco en las causas de la inmigración no tiene en cuenta el punto esencial y, por tanto, no lleva a cabo un análisis acertado.
Por mi parte debo decir que lo que plantea la mayor amenaza a las identidades colectivas en la actualidad es el sistema que “aniquila a los pueblos”, es decir, la imposición de forma universal  de un sistema de homogeneización global que elimina toda la diversidad humana, diversidad de los pueblos, de las lenguas y culturas. El sistema está asociado con la noción de gobierno global y el mercado global. El objetivo que subyace es la eliminación de fronteras a favor de un mundo unificado. Yo llamo a este sistema la ideología de la Igualdad y la ideología de lo Igual.
Yo no pertenezco a aquellos que afirmarán que nuestra identidad está siendo principalmente amenazada por otros, aunque, por supuesto, dicha amenaza pueda existir. Yo creo que el mayor peligro que existe sobre la identidad no solo amenaza nuestra identidad, sino también la identidad de otros pueblos. El mayor peligro es el auge de lo indistinto, la eliminación de las diferencias, la destrucción de las culturas populares y estilos de vida en un mundo globalizado en el que los únicos valores reconocidos son aquellos que vienen marcados en las etiquetas en forma de precio, es decir, el dinero. Para mí, la gran cuestión de los próximos años será: ¿nos dirigimos hacia un mundo unificado y unipolar donde las diferencias desaparecerán o nos dirigimos a un mundo multipolar donde las identidades mantendrán algún valor?
Responder a esta pregunta inevitablemente nos lleva a la cuestión relativa al significado de modernidad, especialmente el significado de la filosofía de la Ilustración, la cual resultó ser su fuerza conductora en el siglo XVIII.
¿Por qué es la filosofía de la Ilustración inherentemente hostil a las identidades colectivas? Estar fundamentalmente sesgado hacia el futuro demoniza las nociones de “tradición”, “costumbre” y “raíces”, y ve en estos conceptos supersticiones pasadas de moda y obstáculos a su marcha triunfal hacia el progreso. Teniendo como objetivo la unificación de la humanidad, la teoría del progreso implica que uno debe, por tanto, descartar cualquier esclavitud “arcaica”, es decir, rechazar todos los vínculos antiguos y destruir sistemáticamente todos los fundamentos orgánicos y simbólicos de solidaridad tradicional. La dinámica de la modernidad arranca al hombre de sus lazos comunitarios naturales y no respeta su inserción en una humanidad específica, porque semejante noción está basada en una concepción atomista de la sociedad, concebida como la suma total de individuos racionales y fundamentalmente libres, los cuales se supone que pueden elegir sus propios objetivos para dirigir sus acciones. Esto es por lo que la herencia de la Ilustración se opone al mantenimiento de identidades.
Los conservadores americanos: un oxímoron
De forma sorprendente, todos los conservadores americanos parecen estar adheridos al individualismo metodológico. Ellos creen que los individuos son más importantes que las comunidades o los colectivos. Esta es la razón por la que ellos se oponen a la intervención del estado, pero también a cualquier otra forma de regulación económica y financiera, la cual ellos asocian generalmente con “socialismo”. Este punto de vista les impide comprender que la desintegración de las identidades colectivas está directamente vinculada al auge del individualismo, provocando que su mentalidad este dominada por valores económicos y comerciales y por el axioma generalizado del interés.
Como a muchos europeos, a mí también me sorprende que los conservadores americanos defiendan casi unánimemente el sistema capitalista cuya expansión destruye de forma metódica todo lo que ellos pretenden conservar. A pesar de la crisis estructural del sistema capitalista de los últimos años, los conservadores americanos siguen considerando el capitalismo como el único sistema que respeta y garantiza las libertades individuales, la propiedad privada y el libre comercio. Ellos creen en las virtudes intrínsecas del mercado, cuyo mecanismo se considera el paradigma de todas las relaciones sociales. Ellos creen que el capitalismo esta entrelazado con la democracia y la libertad. Ellos creen en la necesidad (y la posibilidad) del crecimiento económico perpetuo. Ellos creen que el consumo es parte de la felicidad y que “mas” es sinónimo de “mejor”.
Sin embargo, el capitalismo no tiene nada de “conservador” en sí mismo. ¡Precisamente es todo lo contrario! Karl Marx ya observó que el desmantelamiento del feudalismo y la erradicación de las culturas tradiciones y los valores ancestrales era resultado del capitalismo, que sumerge todo en el “agua congelada del cálculo egoísta.” Hoy más que nunca, el sistema capitalista esta envenenado por la sobreacumulación de capital. Se necesitan más tiendas, cada vez mas y mas mercados, siempre mas y mas beneficio. Bien, semejante objetivo no puede ser alcanzado a menos que antes hayamos desmantelado todo lo que exista en su camino, comenzando en primer lugar por las identidades colectivas. Una economía de mercado completamente madura no puede funcionar de forma sostenida a menos que la mayoría de las personas hayan interiorizado la cultura de la moda, del consumo y del crecimiento ilimitado. El capitalismo no puede transformar el mundo en un inmenso mercado – este es su principal objetivo – a no ser que el planeta se fragmente y a no ser que el planeta renuncie a todas las formas de imaginación simbólica, la cual necesita ser reemplazada por la fiebre de siempre algo nuevo, tanto para la lógica del beneficio como para la acumulación ilimitada de capital.
Esta es la razón por la que el capitalismo, en su intento por eliminar las fronteras, es también un sistema que se ha vuelto mucho más efectivo que el comunismo. La razón de ello es que la lógica económica sitúa el beneficio por encima de cualquier otra cosa. Adam Smith escribió que el comerciante no tiene otra patria que aquel territorio en el que alcanza su mayor beneficio.
Y así es por lo que el capitalismo es el principal responsable de la inmigración. Por un lado, el uso de inmigrantes crea una presión a la baja en los salarios de los trabajadores; por otro lado, el principio más importante del capitalismo (“laissez faire, laissez passer”) implica la libre circulación de las personas, junto a la libre circulación de bienes y capital. Esta es la razón por la que el capital requiere un incremento de la movilidad de la mano de obra, y el hecho de que las migraciones de mano de obra se realicen solamente a lo largo de las fronteras nacionales es visto por los capitalistas como un obstáculo al desarrollo del comercio. Desde este punto de vista, el mercado global debe convertirse en el escenario natural de la “ciudadanía global”.
La sociedad de mercado ofrece solamente una caricatura del vinculo social, desde que define la separación del resto como la única existencia verdadera. Mientras tanto, modifica las relaciones sociales, es decir, las relaciones entre ciudadanos deben convertirse en un calco de las relaciones hacia entre los bienes. Desde el punto de vista del capital, los hombres son objetos, los hombres son objetos, y de hecho ellos solamente pueden ser agentes en los procesos de producción y consumo, y están solamente interconectados a través del intercambio de bienes.
Al convertirse el capitalismo en una “cuestión total de hechos (M. Mauss), cada objeto debe ser, por tanto, reducido a su valor comercial, todo debe ser catalogado como mercancía, siendo esta su realidad definitiva.” Así, cualquier cosa que no tenga su equivalencia, especialmente equivalencia monetaria, debe ser devaluada. De este modo, el valor del mercado, los valores comerciales, los valores de utilidad y los valores marcados por el interés, los cuales se miden solamente por cuestiones de cantidad, se oponen totalmente a los valores que no se pueden contabilizar y no se pueden medir, siendo estos los valores sobre los que gira la existencia de las culturas y de los pueblos.
Esta es la razón por la que las identidades permanecerán amenazadas mientras nos neguemos a cuestionar todos los tipos de vida alienados que son estructuralmente relacionados con la cosmovisión capitalista, la cual defiende el crecimiento infinito y el consumo sin límites.
Yo soy consciente de que no es fácil transmitir a los Estados Unidos, lugar de nacimiento del capitalismo moderno, un país que prioriza el individuo sobre su comunidad y que siempre ha creído en los meritos intrínsecos del mercado, en las virtudes de la tecnología, en la realidad del progreso y cuyo pensamiento político, sobre todo desde la época de los Padres Fundadores, se ha basado en los supuestos de la Ilustración, el universalismo mesiánico, la teoría de los derechos y la ideología del progreso.
Me pidieron que diera mi opinión. ¡Ahora solo me queda darles las gracias por haber tenido la paciencia de escucharme!
Fuente                                         Alain de Benoist
Traducción propia del texto publicado en The Occidental Observer por Tom Sunic
Recomendamos visitar la página del autor Alain de Benoist

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