Un año desde Maidan
Hace ya un año comenzaron las protestas en Maidan. Lo que una noche del 21 de noviembre de 2013 comenzó como una protesta pacífica se fue transformando poco a poco en una revuelta política que terminó derribando al gobierno de Yanukóvich –que se dio a la fuga- y creó un escenario político convulso que aún no se ha despejado. Quedan muchas preguntas por responder –aún no se sabe, por ejemplo, quién dio armas a los concentrados en la plaza de Kíev- y muchas responsabilidades por depurar. Las protestas y la represión se fueron volviendo cada vez más violentas. Los nacionalistas ucranianos secuestraron lo que empezó como un movimiento europeísta y moderado y terminó transformándose en un fantasma que evocaba la colaboración de algunos nacionalistas ucranianos con los nazis durante la II Guerra Mundial como una forma de patriotismo.
Así, el espíritu liberal y democrático que exigía transparencia y el fin de la corrupción se convirtió en un movimiento excluyente para los rusohablantes de Crimea y la zona oriental del país , que originó desde las medidas legislativas contra el uso de la lengua rusa en la esfera pública –por ejemplo, el intento de derogar la ley de 2012 que daba al ruso el estatuto de lengua cooficial en ciertas regiones- hasta la exaltación de los militares colaboracionistas o la propaganda nacionalista ucraniana. Los rusohablantes de la zona oriental del país y de Crimea sintieron que las autoridades surgidas de Maidan eran ilegítimas.
La Unión Europea y los Estados Unidos tomaron partido, primero, por los manifestantes de Maidan y, después, por los políticos que controlaban la Rada Suprema y habían asumido el poder tras la huida de Yanukovich. La Federación de Rusia se puso del lado de los ucranianos orientales y de los crimeos. Grupos armados por empresarios, milicias y paramilitares comenzaron a aparecer en Ucrania Oriental mientras Crimea volvía la vista a Moscú. La zona oriental del país se convirtió en un polvorín donde los nacionalistas y los prorrusos siguen combatiendo hoy. En semanas, Crimea organizó un referéndum y fue admitida en la Federación de Rusia. Alguien cometió en Bruselas y en Washington un error del cálculo.
Un año después, la situación en Ucrania dista de haber mejorado. En realidad, ha empeorado para todos y los errores, en lugar de corregirse, se han agravado. En Ucrania, las promesas del Presidente Poroshenko de una solución rápida al conflicto pasaron a ser órdenes para una ofensiva militar que terminó fracasando ante la resistencia de los ucranianos del Dombass y los rusos que combaten junto a ellos. Las acusaciones cruzadas entre unos y otros por el derribo del avión MH17 de Malaysian Airlines se han convertido en un trágico bumerán que vuelve a girar cada vez que se publica un nuevo informe o aparece un vídeo en las redes sociales.
Las sanciones impuestas a Rusia han tenido como consecuencia la adopción de contramedidas por parte del Kremlin. Si la economía rusa está sufriendo los efectos del castigo de Washington y Bruselas, las empresas europeas tampoco son ajenas a los daños causados por la respuesta rusa. Los bajos precios del petróleo perjudican a Moscú mientras que Ucrania solo ha conseguido un acuerdo provisional con Gazprom en el contencioso que mantienen por el gas. El invierno aún no ha terminado.
Este sábado se publican nuevas sanciones contra personas físicas y jurídicas a las que la Unión Europea considera responsables de apoyar activamente acciones y políticas que menoscaban la integridad, soberanía e independencia de Ucrania, y de haber contribuido a aumentar la desestabilización en el país. Son trece individuos y cinco organizaciones que amplían la lista de ucranianos y rusos sancionados por Bruselas.
Sin embargo, así no se solucionará la crisis. La salida a este conflicto no es militar ni pasa por la humillación de Rusia. Es un error celebrar el descenso mes a mes de las reservas internacionales rusas y es equivocado presionar solo a Moscú soslayando que hace un año no fueron los rusos ni los ucranianos rusohablantes quienes iniciaron el proceso revolucionario de la plaza Maidan. Hasta ahora, las amenazas a Rusia han servido para muy poco.
Acorralar a Rusia solo servirá para agravar el problema, no para resolverlo.
Fuente Ricardo Ruiz de la Serna
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