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sábado, 16 de marzo de 2013

EL ANGEL ROJO




La plaza del angel rojo. Melchor Rodríguez García.
No se asusten ni se sorprendan: tal plaza no existe. Al menos en Madrid.

Pero sí existe, o va a existir, un espacio dedicado a Santiago Carrillo. Porque hace bien poco que el Pleno del Ayuntamiento de Madrid (sí, de Madrid, donde gobierna la derecha desde hace más de 20 años), ha aprobado una iniciativa para otorgar el nombre de tan reputado individuo a algún espacio de la ciudad.

Reputado, y no sólo por su (presunta) aportación al proceso de transición desde la denominada dictadura franquista al, también denominado, régimen democrático que, dicen, disfrutamos.

Y digo que “no sólo” (y ahora entro a ilustrar, someramente, a víctimas de la LOGSE y desmemoriados en general), pues Santiago Carrillo, además de estos contemporáneos méritos, acumula sobre sí la responsabilidad del crimen, del exterminio, de miles de personas, muchas de ellas en el tristemente célebre municipio de Paracuellos del Jarama, durante el mes de noviembre y primeros días de diciembre de 1936, plena Guerra Civil española (es que, sí, caramba, pese a lo que diga el libro de “Educación Para la Ciudadanía”, no sólo eran los “nacionales” los que cometían crímenes).

Hay miles de entradas en internet, amén de numerosos libros y publicaciones, donde poder informarse sobre Melchor Rodríguez, así que aconsejo a aquellos que quieran profundizar en su biografía que inicien tal camino.

Pero para el artículo que nos ocupa, baste comentar que Melchor Rodríguez, de militancia anarquista (sí, sí, anarquista, fíjense vds. qué cosas…) fue nombrado Delegado General de Prisiones semanas después de iniciarse por el ya mencionado Santiago Carrillo la operación de “limpieza de fascistas”.

Sin embargo, la decencia de Melchor Rodríguez, su escrupuloso sentido de la Justicia, le llevaron a terminar, y con grave riesgo para sí mismo en no pocas ocasiones, con las “sacas”, con el horror del exterminio…

Especial mención ha de hacerse del episodio ocurrido el 8 de diciembre de 1936, cuando tras un bombardeo de la Aviación Nacional, una turba de milicianos se plantó en la prisión de Alcalá de Henares con la intención de ejercer la venganza, de pasar por las armas a los más de 1.000 “fascistas” allí recluidos.
Informado Melchor Rodríguez de la situación, corrió hasta Alcalá de Henares donde, jugándose la vida, consiguió imponer el orden y salvar así la de aquellos presos.

Y no fue esta la única gesta de Melchor Rodríguez, pues toda su actuación al frente de la Delegación de Prisiones estuvo cuajada de hechos similares. Se dice, incluso, que escondió en su propia casa a numerosas personas que, de otro modo, hubieran terminado siendo asesinadas en cualquier cuneta o paredón…

Por este curriculum, Melchor Rodríguez se hizo merecedor del apelativo de “El Ángel Rojo”. Claro que para algunos frentepopulistas (incluidos algunos correligionarios suyos, anarquistas), Melchor Rodríguez fue “El Ángel Traidor”.

Sin embargo, a Melchor Rodríguez no le faltaron, después, ocasiones de seguir demostrando su integridad y grandeza moral. Concluida la Guerra Civil (o “incivil”), no huyó de España, aunque por su estatus pudo haberlo hecho. Fue juzgado, y pese a los muchísimos testimonios favorables durante el juicio de personas por él salvadas (entre otros, el del General Muñoz Grandes), la mezquindad del régimen de Franco hizo que sufriera prisión durante más de cinco años. Por el imperdonable delito de ser “del otro bando”.

Una vez en libertad, su estricto sentido de la honestidad le hizo rechazar un cargo que se le ofreció en el sindicato vertical, y rechazar también más de un importante empleo ofrecido por algunos de los por él salvados, llevando en cambio una modestísima vida hasta su fallecimiento, en 1972.

 En su sepelio coincidieron numerosos anarquistas y falangistas (supongo que por eso de “nobleza obliga…”), y entre estos últimos muchos de los ya entonces llamados “auténticos”.


Como conclusión a este artículo, significar que sirva el mismo como homenaje, por mi parte, a la figura de Melchor Rodríguez. No, claro está, por ningún tipo de afinidad ideológica, pero sí por su demostrada coherencia, integridad moral y sentido de la Justicia.

Pero también quiero arrojar un guante, una idea que, precisamente en este momento, creo que debería materializarse: promover que se diera el nombre de Melchor Rodríguez García, el “Ángel Rojo”, a algún espacio urbano de especial relevancia, de la ciudad de Madrid.

Si Carrillo lo va a tener, Melchor Rodríguez también lo debe tener. Por el más elemental sentido de la Justicia.
                                                       
                                                   MOIRA CAMERON

 LEER+ http://www.agorahispanica.es/2012/11/19/la-plaza-del-angel-rojo/

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